Por qué los niños se despiertan por la noche.

La mayoría de los insectos, reptiles y peces tienen cientos de hijos, con la esperanza de que alguno sobreviva. Las aves y mamíferos, en cambio, suelen tener pocos hijos, pero los cuidan para que sobrevivan la mayoría. Los mamíferos, por definición, necesitan mamar, y por lo tanto ningún recién nacido puede sobrevivir sin su madre. Pero, según la especie, también necesitan a su madre para muchas otras cosas.
En algunas especies, el recién nacido es capaz de caminar en pocos minutos y seguir a su madre (¿quien no recuerda aquella escena encantadora en Bambi?). Eso ocurre sobre todo en los grandes herbívoros, como ovejas, vacas o ciervos. Estos animales viven en grupos que devoran rápidamente la hierba de una zona, y tienen que desplazarse cada día a un nuevo prado. Es necesario que la cría pueda seguir a su madre en estos desplazamientos.
Los pequeños herbívoros, como los conejos, pueden esconder a sus crías en una madriguera, salir a comer y volver varias veces al día para darles el pecho. Sus crías no caminan nada más nacer, sino que son indefensas durante los primeros días.
Lo mismo ocurre con la mayoría de los carnívoros, como los gatos, perros o leones. La madre sale a cazar dejando a sus indefensas crías escondidas. Las crías no nacen sabiendo, sino que aprenden, y esto es importante, porque les permite una mayor flexibilidad. Una conducta innata es siempre igual, una conducta aprendida puede adaptarse mejor a las condiciones del entorno, y perfeccionarse con la práctica. La primera vez que un ciervo ve a un lobo, debe salir corriendo. Si no lo hace bien, morirá, y por lo tanto no podrá aprender a hacerlo mejor. Por eso es lógico que los ciervos sepan correr en cuanto nacen. Los lobos sí que pueden aprender: la primera vez el ciervo se les escapa, pero con la práctica consiguen atraparlo. Los juegos de su infancia constituyen un aprendizaje para su vida adulta.
Los primates (los monos) parece ser que descendemos de animales que caminaban nada más nacer. Pero, al vivir en los árboles, tuvimos que hacer cambios. Bambi resbala varias veces antes de ponerse en pie; y eso no tiene importancia en el suelo. Pero, subido en una rama, un resbalón puede ser fatal. De modo que los monitos van todo el día colgados de su madre, hasta que son capaces de ir solos perfectamente, sin el menor error.
Pero es el monito el que se cuelga, activamente, de su madre, agarrándose con fuerza a su pelo con manos y pies, y al pezón con su boca (cinco puntos de anclaje). La madre puede correr de rama en rama, sin preocuparse de sujetar al niño.
¿Se atrevería usted a ir de rama en rama, o simplemente caminando por la calle, con su bebé a cuestas pero sin sujetarlo, ni con los brazos ni con ningún paño o correa? Claro que no. Para que un niño sea capaz de colgarse de su madre y sujetarse solo durante largo rato, probablemente debería tener al menos dos años. Ya nuestros primos más cercanos, los chimpancés, son incapaces de sujetarse solos al principio, y su madre tiene que abrazarlos, pero sólo durante las dos primeras semanas. La diferencia con nuestros hijos es abismal. Y para caminar (no para dar cuatro pasos a nuestro alrededor, como hacen al año, sino caminar de verdad, para seguirnos cuando vamos de compras, sin llorar y sin que tengamos que girar la cabeza cada segundo a ver si vienen o no), nuestros hijos tardan al menos tres o cuatro años.
Hasta los 12 o 14 años, es prácticamente imposible que los niños sobrevivan solos; y en la práctica, procuramos no dejarles solos hasta los 18 o 28 años. Los seres humanos son los mamíferos que durante más tiempo necesitan a sus padres, y dejan muy atrás al segundo clasificado.
Probablemente, esto se debe en parte a nuestra gran inteligencia. Como decíamos de los lobos, la conducta debe ser aprendida para ser inteligente, pues la conducta innata es puramente automática. Nuestros hijos tienen que aprender más que ningún otro mamífero, y por lo tanto tienen que nacer sabiendo menos.
¿Y qué tiene todo esto que ver con que los niños se despierten? Ya llega, ya llega. Ahora mismo veremos que tiene que ver todo lo anterior con la conducta de su propio hijo.
Empezábamos diciendo que hay crías que necesitan estar todo el rato con su madre, encima de ella o siguiéndola a poca distancia, y otras que se quedan escondidas, en un nido o madriguera, esperando a que su madre vuelva. Para saber a qué tipo pertenece un animal, basta con observar cómo se comporta una cría cuando su madre se va. Los que tienen que estar siempre juntos se ponen inmediatamente a llorar, y lloran y lloran (o hacen el ruido equivalente en su especie) hasta que su madre vuelve. Una cría de ganso, por ejemplo, aunque tenga agua y comida cerca, no come ni bebe, sino que sólo llora hasta que sus padres vuelven, o hasta la muerte. Sin sus padres, de todos modos no tardaría en morir, por lo que debe agotar toda su energía en llorar para que vuelvan. Y debe empezar a llorar inmediatamente, en cuanto se separa, porque cuanto más tarde en hacerlo más lejos estará, y por tanto más difícil será que le oiga. En cambio, un conejito o un gatito, cuando su madre se va, permanecen muy quietos y callados. Esa separación es normal en su especie, y si se pusieran a llorar podrían atraer a otros animales, lo que siempre es peligroso. ¿Cómo reacciona su hijo cuando usted le deja en la cuna y se aleja? Si, como hacían los míos, «se pone a llorar como si le matasen», quiere decir que, en nuestra especie, lo normal es que los niños estén continuamente, las 24 horas, en contacto con su madre.
Y no es difícil imaginar que hace 50.000 años, cuando no teníamos casas, ni ropa, ni muebles, separarse de su madre significaba la muerte. ¿Se imagina a un bebé desnudo en el campo, al aire libre, expuesto al sol, a la lluvia, al viento y a las alimañas, sólo durante ocho horas, mientras su madre «trabaja» recogiendo frutas y raíces? Ni siquiera una hora podría sobrevivir en esas circunstancias. En tiempos de nuestros antepasados, los bebés estaban las 24 horas en brazos, y sólo se separaban de su madre para estar unos momentos en brazos de su padre, su abuela o sus hermanos. Y cuando empezaban a caminar lo hacían alrededor de su madre, y tanto la madre como el niño se miraban continuamente, y se avisaban mutuamente cuando veían que el otro se despistaba.
Hoy en día, cuando usted deja a su hijo en la cuna, sabe que no corre ningún peligro. no pasará frío, ni calor, ni se mojará, ni se lo comerá un lobo. Sabe que usted está a pocos metros, y le oirá si pasa algo y vendrá en seguida (o, si usted ha salido de casa, sabe que otra persona ha quedado de guardia, escuchando a pocos metros). Pero su hijo no sabe todo eso. Nuestros niños, cuando nacen, son exactamente iguales a los que nacían hace 50.000 años. Por si acaso, a la más mínima separación, lloran como si usted se hubiera ido para siempre. Más adelante, cuando empiece a comprender dónde está usted, cuándo volverá y quién le cuida mientras tanto, empezará a tolerar las separaciones con más tranquilidad. Pero aún faltan unos años.
Casi toda la conducta del bebé, que aún no ha aprendido nada, es instintiva, idéntica a la de nuestros remotos antepasados. Y la conducta instintiva de la madre también tiende a aparecer, aquí y allá, despuntando entre nuestras gruesas capas de cultura y educación. Por eso, cuando vaya al parque con su hijo de tres años, ambos se comportarán de forma muy similar a sus antepasados. Usted mirará casi todo el rato a su hijo, y le avisará cuando se despiste («ven aquí» «no vayas tan lejos»). Su hijo también le mirará con frecuencia, y si la ve despistada o hablando con otras personas se pondrá nervioso, incluso se enfadará, e intentará llamar su atención («mira, Mamá, mira» «mira qué hago» «mira qué he encontrado»…)
Llegamos a la noche. Es un periodo particularmente delicado, porque si el niño duerme ocho horas, y la madre se ha ido durante este tiempo, cuando despierte puede estar a siete horas de marcha, y por más que llore no la oirá. Hay que montar la guardia. Durante las primeras semanas, nuestros hijos están tan completamente indefensos que es su madre la que debe encargarse de mantener el contacto. En aquellas raras culturas (como la nuestra) en que madre e hijo no duermen juntos, la separación hace que la madre esté muy intranquila, y sienta la necesidad imperiosa de ir a ver a su hijo cada cierto tiempo. ¿Qué madre no se ha acercado a la cuna «para ver si respira»? Claro que sabe que está respirando, claro que sabe que no le pasa nada, claro que sabe que su marido se reirá de ella por haber ido… pero no puede evitarlo, tiene que ir.
A medida que el niño crece, se va haciendo más independiente. Eso no significa que pase más tiempo solo, o que haga las cosas sin ayuda, porque el ser humano es un animal social, y no es normal que esté solo. Para un ser humano, la soledad no es independencia, sino abandono. La independencia consiste en ser capaces de vivir en comunidad, expresando nuestras necesidades para conseguir la ayuda de otros, y ofreciendo nuestra ayuda para satisfacer las necesidades de los demás. Ahora ya no hace falta que usted vaya a comprobar si su hijo respira o no; ¡él se lo dirá! Como se está haciendo independiente, será él quien monte guardia. Se despertará más o menos cada hora y media o dos horas, y buscará a su madre. Si su madre está al lado, la olerá, la tocará, sentirá su calor, tal vez mame un poco, y se volverá a dormir en seguida. Si su madre no está, se pondrá a llorar hasta que venga. Si Mamá viene en seguida, se calmará rápidamente. Si tarda en venir, costará mucho tranquilizarle; intentará mantenerse despierto, como medida de seguridad, no sea que Mamá se vuelva a perder.
Es aquí donde la vida real no coincide con los libros, porque a las madres les han dicho que, a medida que su hijo crezca, cada vez dormirá más horas seguidas. Y muchas se encuentran con la sorpresa de que es todo lo contrario. No es «insomnio infantil», no son «malos hábitos», simplemente es una conducta normal de los niños durante los primeros años. Una conducta que desaparecerá por sí sola, no con «educación» ni «entrenamiento», sino porque el niño se hará mayor y dejará de necesitar la presencia continua de su madre.
Si cada vez que su hijo llora usted acude, le está alentando a ser independiente, es decir, a expresar sus necesidades a otras personas y a considerar que «lo normal» es que le atiendan. Eso le ayudará a ser un adulto seguro de sí mismo e integrado en la sociedad.
Si cuando su hijo llora usted le deja llorar, le está enseñando que sus necesidades no son realmente importantes, y que otras personas «más sabias y poderosas» que él pueden decidir mejor que él mismo lo que le conviene y lo que no. Se hace más dependiente, porque depende de los caprichos de los demás y no se cree lo suficientemente importante para merecer que le hagan caso.
Una infancia feliz es un tesoro que dura para siempre, que nadie podrá jamás arrebatarte. La infancia de su hijo está ahora en sus manos.

Carlos González Autor de «Mi niño no me come» y «Bésame mucho». Ed. Temas de Hoy

Amor de madre, ¿sólo química?

Las hormonas mandan en el cariño que las parturientas tienen por sus hijos, pero factores sociales como la pobreza extrema pueden alterar ese proceso biológico .

Las madres quieren a sus hijos. Pero ¿por qué a veces resulta que ese absoluto no lo es tanto, como demuestra el fenómeno, universal y atemporal, de los abandonos? ¿De qué está hecho el vínculo madre-hijo? Los científicos le prestan cada vez más atención. Están averiguando cómo se establece, qué papel juega en el desarrollo y si deja huellas en el futuro adulto. Y ¿qué pasa con los padres? De fondo está el debate eterno de cuánto en nuestro comportamiento es biológico y cuánto cultural. La respuesta es: mucho más de lo que creemos -y esto vale para lo biológico y para lo cultural-.

El amor, ya se sabe, es pura química. O pura biología. Los neurobiólogos conocen ya varios ingredientes, como la hormona oxitocina y los opiáceos, que intervienen en lo que ellos llaman apego, y saben en qué áreas cerebrales actúan. Por ejemplo en los circuitos de recompensa, que nos hacen querer más de lo que nos da placer. La cosa es simple hasta el punto de que sin estas hormonas no hay amor. Ni amor materno, ni de pareja. El cóctel químico cambia más o menos en cada caso, pero siempre está ahí. La conducta humana, incluso en rasgos tan personales como la generosidad, la confianza o la capacidad de amar, depende de unas cuantas moléculas.

La mencionada oxitocina, en concreto, parece ser una auténtica bomba de emociones positivas. En los últimos años se ha demostrado su importancia en la sociedad y la familia, tanto en animales como en humanos. Hace tres años el grupo de Paul Zak, director del Centro para Estudios Neuroeconómicos, en California (EE UU), vio que si rociaba con oxitocina a varios voluntarios, éstos se volvían mucho más dispuestos a confiar su dinero a un extraño. Y funcionaba sólo entre personas, no cuando se trataba de invertir por ordenador. También es reciente el hallazgo de que el distinto comportamiento familiar de dos especies de roedores, por lo demás muy similares, se debe a la oxitocina y a otra hormona similar, la vasopresina. La especie que vive en llano crea relaciones monógamas largas para cuidar a las crías, mientras que en la de montaña hay mucha promiscuidad y los machos pasan de la prole. Las primeras tienen muchos más receptores de oxitocina y vasopresina que las de montaña.

Es decir, que «la oxitocina es el pegamento de la sociedad, tan simple y tan profundo», ha declarado Zek, cuyo trabajo ha publicado Nature. Los opiáceos, por su parte, son los encargados de mantener la conducta y de hacernos en cierto modo adictos al afecto. Varios trabajos han demostrado que los ratones sin receptores de opiáceos no muestran preferencia por sus madres. Y al contrario, cuando a crías de rata sanas se las separa de sus madres son los opiáceos y la oxitocina lo que calma su ansiedad.

Pero, volviendo al vínculo materno-filial, ¿en qué momento producimos las personas más oxitocina? No es difícil adivinarlo: en el orgasmo, en las interacciones sociales placenteras y durante el parto y la lactancia. Así que el amor materno empieza a fraguarse muy pronto, a base de hormonas. No en vano la Organización Mundial de la Salud recomienda hoy que el recién nacido sano y su madre estén juntos -la observación del bebé «no justifica la separación», dice la OMS-, y que la lactancia sea «inmediata, incluso antes de que la madre abandone la sala de partos».

La mayoría admite hoy que hay un periodo sensible inmediatamente después del parto, en el que el recién nacido está tan receptivo al olfato y al tacto que, colocado sobre el cuerpo de su madre, puede llegar él solo al pezón y empezar a chupar. En cuanto a la madre, para ella el bebé es una máquina de producir sonidos, caricias y olores que disparan su neuroquímica del amor. Basta que el bebé chupe los pezones para que ella produzca oxitocina y prolactina. Y el pequeño no sólo busca comida. Harry Harlow -para muchos un torturador de animales- demostró en los sesenta que los bebés de mono prefieren madres falsas de cálido paño incapaces de alimentarlos a otras con biberón hechas de alambre.

«El recién nacido es un mamífero que necesita el contacto con la madre que lo acaba de parir. Tiene que sentir su olor, su tacto, escuchar su voz», dice Gema Magdaleno, matrona del hospital La Paz, en Madrid. «Lo antinatural es separarles. La madre y el hijo son dos desconocidos que necesitan reconocerse, es algo muy animal. En ese primer momento comienza la impronta». En La Paz están empezando a implantar el método piel con piel cuando el niño nace sin problemas: tras una inspección rápida el bebé sano es colocado desnudo junto a su madre y suben juntos a la habitación en la misma cama. «Las madres están mucho más satisfechas. Y en los recién nacidos hay síntomas físicos clarísimos: no lloran, respiran más tranquilos, buscan la mirada de su madre, tienen movimientos más armónicos y comienzan antes a mamar. Lo raro es que a estas alturas haya que explicar algo obvio», dice Magdaleno.

No siempre fue tan obvio. Con la medicalización de los partos -que trajo un gran descenso en la mortalidad infantil- también se impuso el uso de nidos, y pareció olvidarse un comportamiento madre-hijo que millones de años de evolución han seleccionado para promover la supervivencia de una cría que nace muy inmadura. Ha habido que redescubrir la importancia del contacto para que métodos como el piel con piel se vayan imponiendo con mayor o menor rapidez.

En España parece que con menor. «En muchos hospitales españoles aún se tarda mucho en poner a los hijos con sus madres», dice Ibone Olza, psiquiatra infantil del hospital Puerta de Hierro y miembro de la campaña Que no os separen (www.quenoosseparen.info) que promueve el piel con piel, también en prematuros.

El problema es más grave con los niños que no nacen sanos, y que quedan ingresados cuando «no han llegado aún a hilvanar los sentimientos padre-madre-hijo», explica Carmen Pallás, jefa del Servicio de Neonatología del hospital 12 de Octubre. Sólo 8 de 83 unidades neonatales españolas dejan entrar libremente a los padres, dice Pallás: «La mayoría restringen las visitas de forma drástica, en algunos casos impidiendo cualquier tipo de contacto a lo largo de todo el ingreso. La relación padres-niño puede verse seriamente distorsionada en estos casos». En el 12 de Octubre hay voluntarios, a menudo personal del propio hospital, que practican el piel con piel con bebés que, por distintos motivos, no pueden ser visitados por sus padres. Los beneficios de esta práctica se consideran probados.

Ahora bien, ¿qué pasa cuando el vínculo no puede establecerse en el nacimiento? ¿Qué pasa en las cesáreas? ¿En los niños adoptados? «El momento en torno al parto es una oportunidad muy buena, pero lo bonito es que hay muchas más. Los padres de niños adoptados establecen vínculos muy intensos con sus hijos», responde Olza. «Los niños tienen una plasticidad enorme. Incluso si traen secuelas, su capacidad de superación cuando tienen unos padres que los quieren es maravillosa».

Eso que muchos niños con secuelas deben superar es la muesca cerebral de la indiferencia. Un estudio hace tres años descubrió que niños que habían pasado sus primeros años en orfanatos de la Rumania de Ceausescu respondían con menos oxitocina de lo normal a sus madres adoptivas. También se ha visto que los niños que no han podido establecer vínculo alguno con un cuidador tienen a menudo síntomas propios del autismo. Y es que hoy se sabe que la explosión bioquímica del apego moldea el cerebro y deja su firma en la vida adulta.

«En la última década el estudio del desarrollo del cerebro ha dado evidencias incuestionables sobre la importancia de los afectos y la formación del vínculo del recién nacido», explicó la neurobióloga chilena Eugenia Moneta en una reciente charla en el hospital del Niño Jesús, en Madrid. «El desarrollo del cerebro depende de interacciones externas, en particular las relaciones de afecto con los cuidadores. Estos aspectos afectivos moldean las redes neuronales». Pero esta experta recuerda también que, al margen de cuándo empiece, el apego se construye toda la vida.

Hasta aquí, el inmenso poder de la biología. Pero entonces, ¿por qué a veces falla? En la Comunidad de Madrid (CAM), cada año entre 30 y 40 madres dan sus bebés en adopción tras parirlos en hospitales -se llaman renuncias hospitalarias-. Y anualmente se dan unos tres abandonos en la calle, que se sepa. En la Comunidad Autónoma de Madrid dicen que estos datos no han variado en los últimos años. En Cataluña hubo 54 renuncias hospitalarias en 2007, 57 en 2006 y 43 en 2005; un bebé fue encontrado en la calle en ese periodo. Cada comunidad tiene sus datos. Y no parece que el fenómeno aumente sino más bien al contrario.

En cualquier caso el abandono no es algo nuevo, a pesar de que varias ciudades europeas han instalado buzones-bebé. La antropóloga estadounidense Sarah Blaffer Hrdy habla en El pasado, presente y futuro de la familia humana de miles de niños abandonados en instituciones de París en torno a 1780. Investigadores del Instituto de Economía y Geografía (IEG) del CSIC dicen que Madrid no era muy distinto. En 1812 entraron en la inclusa madrileña 1.800 niños abandonados, y murieron todos. «A lo largo del primer tercio del siglo XX esa cifra se mantuvo entre 1.300 y 1.500 niños cada año, de los que morían el 62%», explica la doctoranda del Instituto de Economía y Geografía Bárbara Revuelta.

¿Qué pasó en esa época con el instinto maternal? Datos como los anteriores han hecho que muchos nieguen su existencia, y devuelvan el peso a la sociedad. «La maternidad entraña una decisión, no es exclusivamente biológica. Empieza con una aceptación, un deseo, de cuidar un niño», ha dicho otra antropóloga, Nancy Scheper-Hughes, que estudió una localidad brasileña muy pobre donde las madres dejaban morir a algunos de sus hijos.

Antropólogos, trabajadores sociales e historiadores identifican elementos comunes en los abandonos: falta de recursos y, sobre todo, de apoyo del entorno social o familiar. ¿Va a resultar al final que el entorno social gana la partida a la biología? Blaffer Hrdy no se resigna a ello, y compara a los humanos con los tamarinos. En estos primates los machos son indispensables para cuidar la prole, hasta el punto de que cuando no están disponibles la madre puede abandonar las crías. Lo social, entonces, se integra en la biología: la madre sabe que si trata de cuidar sola a las crías ella misma morirá, algo fatal para la evolución, que no selecciona esa conducta.

Publicado en El País.

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Autorregulación y Lactancia, por Estíbalitz Vegas Gonzalez

Reich formuló su Teoria de la Autorregulación en oposición al psicoanálisis y su Teoría de la Frustración. Según la Teoría de la Frustración para que un niño avance en su desarrollo es necesario frustrarte, porque sino, no pasaría a la etapa siguiente, se quedaría siempre atascado en el Principio del Placer y no accedería al Principio de Realidad. Según OTTO FENICHEL, psicoanalista, es necesario «enseñar al adulto la conducta apropiada» porque «los instintos pueden ser peligrosos» y necesitan de un control por parte del exterior. Es por ello que los psicoanalistas, aunque varían en cuanto al tiempo recomendado de lactancia, hablan siempre de un destete precoz (dentro del primer año de vida). Por ejemplo, WINNICOT recomienda el destete en torno a los 9 meses. La Teoría de la Frustración parte de la idea de que los niños no saben y hay que enseñarles, hay que marcarles el camino para que lleguen a ser seres sociales, a dormir correctamente, a comer lo debido… Estas ideas están detrás de la mayoría de las costumbres en torno a la crianza que vemos a nuestro alrededor. En el fondo hay una desconfianza hacia el niño, se piensa que si se respetan sus necesidades no va a ser capaz de ser autónomo, no podrá salir de la fusión.
Sin embargo, en la práctica se observa que cuanto más placer ha podido disfrutar un niño, más creativo se muestra, más alegre, con mas capacidad para salir de situaciones negativas, para reivindicar lo positivo, para ser sociable… Para lograr la independencia es necesario un largo periodo de dependencia, que no interesa a nuestra sociedad.
Reich, que fue también en su inicio psicoanalista, se separó con el tiempo de las ideas de Freud.
Hasta entonces el psicoanálisis ortodoxo había observado tan sólo lo que en su época era habitual.
Reich tiene en cuenta también los datos aportados por los estudios antropológicos (Iviatínowsky…), a través de los que conoce otros tipos de crianza y sociedades. También sus descubrimientos en su labor como terapeuta le llevan a separarse del psicoanálisis tanto en su forma de trabajar como en la explicación del origen de los problemas (además, en el trabajo en terapia con adultos puede verse con claridad lo que no hay que hacer con los niñ@s). Posteriormente Reich también amplió sus investigaciones con la observación del desarrollo de niñ@s en ausencia de intervenciones externas innecesarias y en condiciones idóneas, para tener mas datos acerca del niño sano (hasta entonces sólo se había prestado atención a los posibles trastornos y alteraciones, al niño enfermo, y no al sano).
La Autorregulación es la capacidad, presente en todos los seres vivos (unicelulares y pluricelulares), de regular espontáneamente las propias funciones vítales, de conectar con las propias necesidades básicas y buscar su satisfacción. Por necesidades básicas entendemos no me refiero a actividad genital exclusivamente, sino a la sexualidad en un sentido amplio, a todo lo relacionado con el placer) y la vivencia de seguridad afectiva (ej.: llevar a los bebes en brazos era una necesidad primaria para defenderlos de los depredadores). Es decir, como seres vivos que somos, nacemos con la capacidad de saber qué es lo que nos da placer, seguridad, lo que nos nutre, lo que necesitamos dormir… y de dar los pasos necesarios para lograrlo. Todas estas cosas no se aprenden, ya las sabemos, y cambian en función del nivel de maduración. Y desgraciadamente, si esta capacidad de autorregulación no se puede ejercer debido a intervenciones extenores, se puede perder.
Autorregulación es algo que viene de dentro, y se opone a «Educación», que es algo que viene de fuera.
Pues bien, en el inicio de la vida extra-uterina, la lactancia materna es el medio a través del cual los bebés cubren todas las necesidades primarías mencionadas: les proporciona alimento, seguridad, afecto, placer y descanso (los bebés en general se duermen al pecho).
Tanto la OMS como UNICEF recomiendan un mínimo de 6 meses de lactancia exclusiva a demanda, y un minimo de dos años de lactancia combinada con otros alimentos. La lactancia materna compensa la inmadurez de su sistema inmunológico y es sin duda el mejor alimento para el bebé, que se adapta además a sus necesidades cambiantes. Cualquier leche de fórmula no hace sino intentar imitar a la materna. Además la leche materna no es siempre exactamente igual: la del inicio contiene más agua, la que viene a continuación más cantidad de proteínas y la del final es más grasa.
Esto hace posible que el bebé pueda regular su ALIMENTACIÓN a través de la duración de sus tomas, del tiempo que pasa sin mamar mamando de un pecho o de los dos… siempre que no introduzcamos elementos extraños (chupete, biberón…) o intentos de control extemo (reloj…).
Además como la producción de leche materna se origina en función de la succión, nos encontramos con que cada madre produce la cantidad de leche que su hijo, y no otro (todos somos distintos), necesita. Si sus necesidades de nutrientes se incrementan, mamará mas frecuentemente una temporada hasta lograr un nuevo equilibrio.
La lactancia materna también produce PLACER. En el inicio de la vida la boca es el lugar del cuerpo mas cargado energéticamente. El bebé, cuyo desarrollo es céfalo-caudal (es decir, madura primero sus ojos, su boca… después sus brazos y mitad superior del cuerpo… y por último sus piernas ya cercano al año de vida), se relaciona con su entorno principalmente a través de la boca. A través de la boca conoce el mundo y su propio cuerpo (primero los dedos, las manos, luego los pies… y poco a poco cualquier otra parte del cuerpo u objeto al que pueda tener acceso), y esta experimentación le produce placer. En palabras de Michel ODENT, «La sexualidad es un todo, en todos los episodios de la vida sexual, nacimiento, lactancia… son las mismas hormonas (oxitocina, prolactina, endorfinas, adrenalina) las que están implicadas y el mismo escenario el que se reproduce». De hecho, cuando la lactancia es satisfactoria, pueden observarse en bebés muy pequeños orgasmos orales (los bebés se sonrojan, los labios comienzan a temblar, los ojos se entornan y acaban relajados y dormidos), que en un inicio los médicos confundieron con ataques epilépticos. Desde el punto de vista Reichiano, el orgasmo es el medio a través del cual regulamos la energía de nuestro organismo, evitando que se acumule energía que podría producir con el tiempo enfermedades.
La lactancia materna también debiera producir placer en las madres (y en muchas mujeres es así), y es precisamente el motivo por el cual se mantiene la lactancia en otras especies mamíferas, es lo que «motiva» a las hembras a amamantar). Los motivos que han llevado a que muchas mujeres no sientan el amamantamiento como una experiencia placentera, e incluso en muchos casos sea vivido como algo incómodo, desagradable o incluso doloroso, es un tema que nos llevaría mucho tiempo y que se relaciona estrechamente con el tipo de sociedad en el que vivimos y el modo en que hemos sido criadas.
Por lo tanto, como relación sexual que es, son muy importantes las condiciones en las que se da de mamar. Es necesario un marco de intimidad en el que la madre y el bebé puedan mirarse relajadamente a los ojos y disfrutar del momento. Una vez más nos encontramos con que todo en la naturaleza está muy bien pensado, porque los bebés comienzan a enfocar rudimentariamente a una distancia de unos 20 cm, precisamente la distancia que separa los ojos de la madre de los del bebé en la posición de amamantamiento. Por eso una madre que mira amorosamente a su hij@ mientras lo amamanta, previene, tal como afirma Federico Navarro, durante los primeros 15 días de vida el astigmatismo, y durante los primeros meses la miopía.
De hecho, lo primero que hace un bebé al nacer, si el ambiente es lo suficientemente tranquilo y las luces no demasiado potentes, es buscar los ojos de su madre. Busca los ojos de su madre y después su pecho. El mejor momento para comenzar la lactancia es dentro de la primera hora de vida, cuando el instinto de succión es más fuerte. En ese momento la lactancia no se inicia por hambre (por necesidad de nutrientes), sino por una búsqueda de placer y SEGURIDAD. El bebé acaba de estar unido a través de! cordón umbilical a su madre hasta ese mismo momento, por lo que no puede tener hambre. Además, aunque tuviera hambre el calostro no podría saciarle porque, aunque cumple una función muy importante a nivel inmunitario, el calostro no tiene apenas calorías. El contacto de la boca y el pezón y el contacto ocular vienen a sustituir la unión entre la madre y el bebé que durante el embarazo se ha producido a través del cordón umbilical. Por eso proporciona también seguridad. Su madre (sus sonidos, su presencia) es lo único que conoce y su mundo se ampliará muy poco a poco a través de ella. Los bebés necesitan mucho contacto, y ante cualquier susto es lo que les devuelve la calma. La teta es el recurso mas útil para calmar a un bebé (si la madre está calmada, claro) y el mas recomendable, porque un bebé, especialmente durante el primer año de vida, se ve desbordado por sus emociones para las que aun no tiene filtro ni defensa ninguna (asi será hasta que el neocórtex se ponga en funcionamiento con la aparición del lenguaje…). En palabras de OSTERREICH: «las emociones infantiles, mientras duran, ocupan toda la «escena psíquica», y no dejan sitio para otros elementos; de ahí su carácter total y absoluto».
¿Y por qué los bebés necesitan tanto contacto? Los cachorros de cualquier otra especie tienen desde muy pronto diversos recursos con los que defenderse: unos vuelan, otros tienen pinchos, otros veneno, otros se camuflan, otros corren… En cambio, dada la inmadurez del bebé humano y el largo tiempo en que ésta permanece, la especie humana ha tenido que desarrollar otros recursos para poder sobrevivir. El recurso que ha desarrollado nuestra especie es el vínculo. BOWLBY fue el primer autor que comenzó a investigar sobre el tema y su Teoría del Vínculo es el resultado de ello.
El vinculo es un lazo establecido entre dos personas que garantiza la supervivencia de la especie, ya que supone la tendencia natural a lograr y mantener un cierto grado de proximidad corporal con respecto a la figura de apego. La primera hora de vida, tal como afirma MICHEL ODENT, es un momento crítico en el que hay una impronta hormonal que favorece después el vínculo. También hemos dicho que es el momento crítico para el inicio de la lactancia (una casualidad más). Pero el vínculo no es algo inmediato, sino que a partir de aquí hay que ir fomentándolo. El contacto corporal tan estrecho que supone la lactancia, así como las hormonas que se producen durante ella (por ej.: la oxitocina es conocida también como la hormona del amor y la producción de endorfinas hace más probable que la madre y el bebé deseen permanecer juntos) favorecen el establecimiento de un vínculo seguro.
En realidad cuando hablamos dei Vinculo, hablamos de seguridad, pero también y sobre todo de AFECTO. Afecto y seguridad son dos palabras que en las primeras etapas de la vida son prácticamente inseparables. Un niño que se siente querido es un niño que se siente seguro. De la misma manera que no tiene sentido mirar al reloj para ver si es el momento de dar un abrazo, tampoco tiene mucho sentido mirar al reloj para decidir si amantamos al bebé o no. Si nuestra pareja nos pide un beso, no creo que nos daría por decirle, «no, que te acabo de dar uno hace 5 minutos».
La lactancia a demanda va generando una confianza básica en la vida (mis necesidades son atendidas, el mundo es un lugar agradable) y en uno mismo («de mi depende, yo valgo» o «de mi no depende, y yo no valgo nada») que suponen el fundamento de la autoestima. Un niño amamantado a demanda con contacto será confiado, sin alto nivel de ansiedad, y buscará la relación con el otro llegado el momento.
Otra de las necesidades básicas de los bebés es el descanso, y si se lo permitimos, los bebés prefieren dormirse al pecho. Este dormirse en la teta no es un capricho, sino que forma parte de los mecanismos de supervivencia de nuestra especie. Un bebé para sobrevivir necesita de su madre, asi que no puede permitirse el lujo de quedarse dormido en cualquier parte. Si se «despiertan» de vez en cuando es también para comprobar que su madre permanece por allí. Necesita tener la seguridad de que su madre está cerca para velar su sueño, sino fuera así los depredadores hubieran acabado con los cachorros humanos en un santiamén.
Otra cuestión es ¿hasta cuando? Como decía al inicio, se recomienda un mínimo de dos años de lactancia, pero la verdad es que los dos años son una época difícil para añadir cualquier cambio importante (destete, la llegada de un hermanito…) a los que ya se dan de por sí (vuelta a la madre, control de esfínteres, comienzo del lenguaje, aparecen los rudimentos del pensamiento racional…).
YOLANDA GONZÁLEZ recomienda llevar a cabo el destete cercano a los 3 años porque es mucho mas sencillo. A esta edad la etapa oral finaliza y la succión pasa de ser una necesidad a un placer, que además va perdiendo su fuerza frente a otros placeres (masturbación, juegos sexuales con otros niños) que a partir de ahora tomarán protagonismo siempre que su entorno lo permita. Sin embargo, la lactancia puede aun continuar. Diversos estudios que hacen extrapolaciones a partir de otros mamíferos teniendo en cuenta diversos factores (momento de la salida de los dientes definitivos, peso alcanzado en relación a la del adulto…) sitúan el fin de la lactancia en tomo a los 6 años.
Resumiendo: La alimentación no es el motivo por el cual la lactancia se inicia, ni tampoco después es su única función. La lactancia proporciona, además de nutrientes, placer y una vivencia de seguridad afectiva. Además la lactancia y otros procesos madurativos se ven estrechamente relacionados y recíprocamente potenciados, permitiendo y favoreciendo la autorregulación de muchos procesos madurativos (desarrollo sensorial, desarrollo psicomotor, influencia de la succión en el sistema cráneo-sacral…).
De todas maneras creo que amamantar a un bebé no puede ser algo impuesto desde fuera, y hay algunos casos en que puede incluso ser contraproducente si ciertos conflictos personales no han podido ser resueltos.

Bibliografía
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WINNICOTT, W.; «El destete». Cap. XII, Conozca a su niño

Escrito por Estíbalitz Vegas Gonzalez.

Red Canguro "Bebés en brazos, bebés felices"

Se ha creado la Red Canguro, una red de madres y padres de toda España que llevan a sus bebés en distintos portabebés y que quieren compartir el placer de llevar pegados a sus pequeños.

Ahora mismo hay ya más de 60 mamás y papás canguro miembros de la red y espero que este número no pare de crecer!

Los objetivos de esta agrupación son los siguientes:

  • CONOCERNOS: hacer encuentros, hablar de portabebés, aprender nuevas técnicas, probar distintos tipos…
  • PROMOVER el porteo de bebés entre otros padres, difundiendo información en centros de salud, consultas pediátricas, matronas, etc.
  • CONTACTO: servir como contacto para padres que quieran probar/aprender a usar/estén interesados en portabebés y no sepan donde acudir.

La red tiene un blog con mucha información interesante, por ejemplo:

Además de muchas fotos, experiencias de usuarios de portabebés, una agenda con talleres y cursos… ¡y mucho más! Un problema que solemos encontrar es que aún hay poca información disponible en castellano, por lo que la Red Canguro intenta desarrollar el máximo de contenidos en castellano para que sean accesibles a más papás y mamás.

¡Disfrutadla!

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