Intimidad en el Parto. El Parto de los mamíferos.

Actualmente la mayoría cree que no es posible dar a luz de forma segura sin la ayuda de todo tipo de procedimientos e instrumentos técnicos. Es una creencia hasta cierto punto lógica en una cultura que asocia indiscriminadamente tecnología a progreso, pero la realidad es mucho más sencilla.

Algunas mujeres sí pueden necesitar ayuda técnica médica -no más de un 10%(OMS)-, pero lo que absolutamente todas necesitan esintimidad, condición sin la cual el parto, un acontecimiento íntimo, no puede progresar de forma fluida.

Puede resultar paradójico que para “humanizar” el nacimiento necesitemos bajarnos de nuestro pedestal racional y asumir algo que es insoslayable: somos una especie mamífera, y eso condiciona nuestra manera de nacer. Entonces: ¿cómo es el parto de los mamíferos?

Las hembras mamíferas tienen todas un comportamiento similar: en el momento del parto se esconden, se aíslan; y no tanto para evitar el peligro de asalto de los predadores, en cuyo caso se agruparían, sino para protegerse de miradas indiscretas e intervenciones inoportunas de los individuos de la propia especie. Por ello, los mamíferos que viven de día suelen parir de noche, mientras que los que viven de noche paren de día. Cuando esta privacidad se ve alterada, o cuando sobreviene algún peligro, el parto se interrumpe, y la parturienta busca otro lugar más tranquilo: el estrés inhibe el parto. Sólo entonces el parto vuelve a reanudarse. Esta es la realidad: una mamífera no pare a menos que se sienta completamente segura

El parto hospitalario

El parto hospitalario está lejos de responder a esta necesidad de intimidad y privacidad, lo que entorpece la fisiología del parto y lo convierte en una dura prueba para las mujeres. En los países con una fuerte medicalización de la asistencia al parto, la planificación de los servicios obstétricos suele revelar una profunda incomprensión y falta de respeto hacia las necesidades y dignidad de los protagonistas del acontecimiento.

La posición horizontal con las piernas abiertas, que deja los órganos sexuales innecesariamente expuestos y vulnerables, la presencia de observadores que irrumpen en la habitación o el paritorio, las órdenes a las mujeres sobre lo que deben o no deben hacer, los tactos continuos y tantos otros comportamientos invasivos no son sólo una falta de respeto, sino que constituyen auténticos factores de riesgo.

Esta falta de privacidad favorece las complicaciones médicas, al someter a las mujeres a un fuerte estrés físico y emocional que dificulta la fisiología y evolución del parto. Las hormonas del estrés inhiben la producción de oxitocina, hormona que dirige el parto, y además contraen la musculatura. Dicho de otra forma: la mujer se contrae, se cierra, y la dilatación se bloquea. La famosa comadrona Ina May Gaskin lo resume de modo magistral en unas pocas palabras: “una mirada poco amable es suficiente para que una mujer no dilate”. Por tanto, la falta de intimidad es un factor real de riesgo. Si una mujer sabe que le van a cortar su vagina (episiotomía) ¿cómo se va a abrir? ¿Cómo va su cuerpo a querer dejar salir a su bebé, si sabe que se lo llevarán de su lado? Su instinto de autoprotección y conservación le hará contraerse literalmente.

El parto como acontecimiento sexual

Reducir el nacimiento a un evento médico ha hecho perder de vista la realidad de que el parto es un acontecimiento de la esfera sexual, y por tanto muy fácil de perturbar. Orgasmo y reflejo de eyección materno-fetal son dos reflejos espontáneos similares, que se producen gracias a un estado emocional y hormonal parecido. Y todo el mundo sabe que no se puede controlar, dirigir, forzar ni siquiera observar indiscretamente un episodio de la vida sexual sin inhibirlo. Parir un hijo es un acto de amor, consecuencia de un acto de amor anterior. Ambos acontecimientos son fuertemente dependientes del entorno en que se producen y del estado emocional de los protagonistas. El ambiente y circunstancias idóneas para uno son las mismas que para el otro.“La presencia de observadores nunca es anodina”, decía el Dr. Michel Odent.

Leilah Mc Cracken, madre de siete hijos y autora de “Resexualizing birth” lo resume de esta forma:“Si durante el sexo alguien pincha repetidamente a una mujer, mira fijamente su rostro y su cuerpo y le insta impacientemente a que tenga un orgasmo, seguro que no lo tendrá. Lo más probable es que se cierre y se sienta desolada e incompetente. Si una mujer no se siente lo suficientemente segura físicamente para dar a luz, si le observan y le tocan continuamente, si ve mesas llenas de tijeras, agujas y fórceps, si se le dice que no puede tener un parto sin intervenciones doloras y peligrosas, no hay manera de que dé a luz; está más allá de su control consciente. Sabe que el ambiente donde está no es seguro para parir: no puede dejar que su bebé salga si ella está muy estresada o herida para cuidarlo, si ve “el carrito de torturas” esperándolo”.

Acompañamiento en el parto

Una parte importante del bienestar emocional de la madre es el apoyo que recibe. Esta no es una cuestión menor: numerosos estudios científicos han constatado que el acompañamiento continuo durante el parto por una persona de su elección aumenta el bienestar de la madre, mejora los resultados de salud y disminuye considerablemente la tasa de todas las intervenciones, incluyendo cesáreas.

Actualmente, la presencia del padre en el parto ha pasado de ser una reivindicación a casi una imposición. Esto ha sido una indudable conquista …que no debería constituirse en regla fija. Muchas mujeres se han sentido mejor cuando su marido les compaña durante el parto, pero otras no.

Es frecuente que cuando una mujer no desea determinadas intervenciones el personal médico trate de convencer al marido para que –deseoso de ayudar- a su vez convenza a su mujer. Si el marido confía más en la técnica que en la naturaleza, si tiene miedo o no está en total sintonía con los deseos y necesidades de su mujer, puede dejarla sin “protección” frente a los protocolos hospitalarios en un momento muy vulnerable. Cuando una mujer da a luz en un hospital, sus necesidades pueden no coincidir con las prioridades del hospital. Dado que la mujer no está en condiciones de negociar en ese momento, corresponde al acompañante actuar de “puente” entre la mujer y el personal hospitalario, y así evitar que se irrumpa en su intimidad y se le impongan prácticas que ni necesita ni desea. Actualmente, acompañar a una mujer que pare en el hospital no se puede improvisar, requiere estar bien preparado.

La necesidad de ayudar puede hacer que las personas que acompañan a la mujer intervengan, den instrucciones o simplemente hablen a la mujer, interrumpiéndole en su “viaje interior”. El simple hecho de hablarle a la parturienta le obliga a estar en claveracional. Esto inhibe el proceso instintivo del parto, dirigido por el cerebro mamífero, e inhibido por la mente racional. Por eso el acompañante debe estar disponible, pero en un segundo plano, y comprender que el parto es un proceso lento y espontáneo, en el cual no hay nada que se pueda hacer para “resolver” rápidamente la situación, como si de un problema se tratara.

Es necesario también tener en cuenta que las creencias o sentimientos de los asistentes a un parto pueden tener un gran impacto la evolución del mismo. Si las personas presentes en el parto confían más en la tecnología que en la naturaleza, creen que el parto es arriesgado y peligroso, tienen miedo o prisa, será inevitable que eso contagie a la mujer e impregne la calidad de la atención que reciba.

Es también esencial la calidad de la relación entre la mujer y su acompañante. Siendo el nacimiento un acontecimiento involuntario y espontáneo al cual hay que rendirse y entregarse para q

ue fluya, es necesario que la parturienta no se sienta obligada a guardar compostura alguna, que se sienta absolutamente libre y desinhibida para expresarse y actuar de la manera que sea.

Por todos estos motivos, quien acompaña a la mujer durante el parto es una cuestión de primer orden, que la mujer debe decidir sin condicionamientos de ningún tipo.Qué recomienda la Organización Mundial de la Salud Siendo determinantes del progreso y la seguridad del parto, la OMS da una gran importancia a los aspectos emocionales y psicológicos del parto, a los cuales dedica varios apartados de sus recomendaciones. Por ejemplo:El cuidado del embarazo y parto normales debe:

Ser integral y tener en cuenta las necesidades intelectuales, emocionales, sociales y culturales de las mujeres, sus niños y familias y no solamente un cuidado biológico.

Tener en cuenta la toma de decisión de las mujeres

Respetar la privacidad, la dignidad y la confidencialidad de las mujeres.

Estar centrado en las familias y debe ser dirigido hacia las necesidades no solo de la mujer y su hijo sino de su pareja.

Ser apropiado teniendo en cuenta las diferentes pautas culturales.

Isabel Fernández del Castillo
Autora de “La Revolución del Nacimiento”. Ed. Granica

Lactancia Materna Exclusiva los primeros 6 meses y complementando con otros alimentos como mínimo 2 años.

¿POR QUÉ LACTANCIA MATERNA?
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La leche materna es el mejor alimento que una madre puede ofrecer a su hijo recién nacido. No solo considerando su composición sino también en el aspecto emocional ya que el vínculo afectivo que se establece entre una madre y su bebé amamantado constituye una experiencia especial, singular e intensa. Existen sólidas bases científicas que demuestran que la lactancia materna es beneficiosa para el niño, para la madre y para la sociedad, en todos los países del mundo.

La leche materna contiene todo lo que el niño necesita durante los primeros meses de la vida. Protege al niño frente a muchas enfermedades tales como catarros, bronquiolitis, neumonía, diarreas, otitis, meningitis, infecciones de orina, enterocolitis necrotizante o síndrome de muerte súbita del lactante, mientras el bebé está siendo amamantado; pero también le protege de enfermedades futuras como asma, alergia, obesidad, enfermedades inmunitarias como la diabetes, la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa y arterioesclerosis o infarto de miocardio en la edad adulta y favorece el desarrollo intelectual.

Los beneficios de la lactancia materna también se extienden a la madre. Las mujeres que amamantan pierden el peso ganado durante el embarazo más rápidamente y es más difícil que padezcan anemia tras el parto, también tienen menos riesgo de hipertensión y depresión postparto. La osteoporosis y los cánceres de mama y de ovario son menos frecuentes en aquellas mujeres que amamantaron a sus hijos.

Desde otro punto de vista, la leche materna es un alimento ecológico puesto que no necesita fabricarse, envasarse ni transportarse con lo que se ahorra energía y se evita contaminación del medio ambiente. Y también es económica para la familia, que puede ahorrar cerca de 100.000 pts. en alimentación en un año. Además, debido a la menor incidencia de enfermedades, los niños amamantados ocasionan menos gasto a sus familias y a la sociedad en medicamentos y utilización de Servicios Sanitarios y originan menos pérdidas por absentismo laboral de sus padres.

Por todas estas razones y de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Academia Americana de Pediatría (AAP), el Comité de Lactancia de la Asociación Española de Pediatría recomienda la alimentación exclusiva al pecho durante los primeros 6 meses de la vida del niño y continuar el amamantamiento junto con las comidas complementarias adecuadas hasta los 2 años de edad o más.»

Asociaición Española de Pediatría: http://www.aeped.es/

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"La Lactancia Salvaje". Por Laura Gutman.

La mayoría de las madres que consultan por dificultades en la lactancia están preocupadas por saber cómo hacer las cosas correctamente, en lugar de buscar el silencio interior, las raíces profundas, los vestigios de femineidad y un apoyo en el varón, en la familia o en la comunidad que favorezcan el encuentro con su esencia personal.

La lactancia genuina es manifestación de nuestros aspectos más terrenales, salvajes, filogenéticos. Para dar de mamar deberíamos pasar casi todo el tiempo desnudas, sin largar a nuestra cría, inmersas en un tiempo fuera del tiempo, sin intelecto ni elaboración de pensamientos, sin necesidad de defenderse de nada ni de nadie, sino solamente sumidas en un espacio imaginario e invisible para los demás.

Eso es dar de mamar. Es dejar aflorar nuestros rincones ancestralemente olvidados o negados, nuestros instintos animales que surgen sin imaginar que anidaban en nuestro interior. Y dejarse llevar por la sorpresa de vernos lamer a nuestros bebés, de oler la frescura de su sangre, de chorrear entre un cuerpo y otro, de convertirse en cuerpo y fluidos danzantes.

Dar de mamar es despojarse de las mentiras que nos hemos contado toda la vida sobre quienes somos o quienes deberíamos ser. Es estar desprolijas, poderosas, hambrientas, como lobas, como leonas, como tigresas, como canguras, como gatas. Muy relacionadas con las mamíferas de otras especies en su total apego hacia la cría, descuidando al resto de la comunidad, pero milimétricamente atentas a las necesidades del recién nacido.

Deleitadas con el milagro, tratando de reconocer que fuimos nosotras las que lo hicimos posible, y reencontrándonos con lo que haya de sublime. Es una experiencia mística si nos permitimos que así sea.

Esto es todo lo que se necesita para poder dar de mamar a un hijo. Ni métodos, ni horarios, ni consejos, ni relojes, ni cursos. Pero sí apoyo, contención y confianza de otros (marido, red de mujeres, sociedad, ámbito social) para ser una misma más que nunca. Sólo permiso para ser lo que queremos, hacer lo que queremos, y dejarse llevar por la locura de lo salvaje.

Esto es posible si se comprende que la psicología femenina incluye este profundo arraigo a la madre-tierra, que el ser una con la naturaleza es intrínseco al ser esencial de la mujer, y que si este aspecto no se pone de manifiesto, la lactancia simplemente no fluye. No somos tan diferentes a los ríos, a los volcanes, a los bosques. Sólo es necesario preservarlos de los ataques.

Las mujeres que deseamos amamantar tenemos el desafío de no alejarnos desmedidamente de nuestros instintos salvajes. Solemos razonar, leer libros de puericultura y de esta manera perdemos el eje entre tantos consejos supuestamente “profesionales”.

Hay una idea que atraviesa y desactiva la animalidad de la lactancia, y es la insistencia para que la madre se separe del cuerpo del bebé. Contrariamente a lo que se supone, el bebé debería ser cargado por la madre todo el tiempo, incluso y sobre todo cuando duerme. La separación física a la que nos sometemos como díada entorpece la fluidez de la lactancia. Los bebés occidentales duermen en el moisés o en el cochecito o en sus cunas demasiadas horas. Esta conducta sencillamente atenta contra la lactancia. Porque dar de mamar es una actividad corporal y energética constante. Es como un río que no puede parar de fluir: si se lo bloquea, desvía su caudal.

Dar de mamar es tener el bebé a upa, todo el tiempo que sea posible. Es cuerpo, es silencio, es conexión con el submundo invisible, es fusión emocional, es locura.

Sí, hay que volverse un poco loca para maternar.

Laura Gutman http://www.crianza.com.ar/

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El sueño es un proceso evolutivo. R Jové.


El problema más grave al tratar del sueño es pensar que todos los niños, independientemente de la edad que tengan, duermen igual. Es el primer fallo del conocido Método Estivill, y lo que imposibilita el hecho de generalizar a la hora de solucionar un determinado problema. Veamos por donde apuntan las últimas investigaciones para resolver los problemas del sueño y con las que se está trabajando.

El sueño es un proceso evolutivo
Imaginen un bebé de 6-8 meses gateando. Todo el mundo se admirará de la prontitud en la adquisición de sus metas locomotoras, porque todos sabemos cual es la evolución normal de un bebé. Pero imaginen que no tenemos ni idea y nos empezamos a preocupar cuando un bebé empieza a gatear porque…. ¿y si no se levanta nunca y no anda? Todos sabemos que, si no intervenimos, cualquier niño sano, a pesar de gatear a la perfección se levantará y andará. Por que andar es un proceso evolutivo que se adquiere con la madurez motora.

El sueño es un proceso evolutivo; los bebés nacen con apenas dos de las cinco fases de sueño que tenemos los adultos. A lo largo de los meses, y compenetradas con las necesidades biológicas del bebé, van apareciendo las otras fases. Esto es así porque, entre otras cosas, un bebé necesita comer frecuentemente (si no tendría hipoglucemias) y necesita protección. Si tuviera todas las fases de sueño como los adultos tardaría mucho más rato en hacer un ciclo completo (hay que pasar por varias fases para notar descanso) y eso resultaría peligrosísimo para ellos. Por eso, la naturaleza, que es sabia, hace que los bebés al nacer solo tengan fase de sueño profundo y una fase REM, pero no las otras, con lo que así se despiertan a menudo.

A los 6 meses ya tienen establecidas casi todas las fases, pero aún les cuesta pasar de una fase a otra. Están ensayando y por eso hay tantos bebes que suelen incrementar los despertares de los 6 meses en adelante.

La fase del sueño profundo es peligrosísima para el ser humano desde el punto de vista evolutivo, puesto que durante ella somos muy vulnerables. Para paliar esta circunstancia, la naturaleza, que siempre está de nuestra parte, intercala en las fases del sueño profundo “picos” de sueño ligero a modo de microdespertares. Si todo está bien, continuamos durmiendo y no nos enteramos, pero si algo no va bien, nos despertamos. Cuando los niños adquieren este dominio (que no se da hasta pasado el año, siendo normal que haya despertares por este motivo hasta los cinco años) duermen de un tirón, pero, en caso contrario, hay que darles más tiempo.

Ya sé que se oye hablar de bebés que duermen de un tirón desde los 6 meses, pero estadísticamente sabemos que no es lo más frecuente. En cuanto a los niños “estivillizados” se suelen despertar igual, pero están amaestrados para no llorar, continuar en la cuna y acabar durmiéndose al cabo de un rato (como hacen todos).

Si no intervenimos, cualquier niño sano adquirirá, un día u otro, el proceso y dormirá.

Otra cosa es que los padres aguanten hasta ese día. Cuando acuden a la consulta de un especialista no es porque los niños vayan a tener problemas de mayores (eso ya se puede descartar), sino porque los padres ya no pueden más. El especialista debería estudiar cada caso y ofrecer a los padres técnicas para que sus hijos aceleren el proceso. Pero no porque los niños lo necesiten, sino porque los padres no pueden más.

Estas técnicas varían según la edad del niño, su proceso evolutivo o su historial de sueño, por lo que no es posible dar una solución general. Sobre estas técnicas hay dos que han demostrado favorecer la adquisición del sueño correcto: el colecho y la lactancia.

Por lo que respecta al colecho, Mckenna demostró que los niños que dormían con sus padres tenían menos probabilidades de presentar el síndrome de muerte súbita del lactante y que, a través de la respiración de la madre, los niños aprendían antes a pasar de una fase a otra del sueño, ya que sincronizaban su respiración con la materna (hay fases del sueño que tienen una respiración diferente).

En cuanto a la lactancia, R. Debré y A. Doumic, comprobaron que los perritos amamantados dormían mejor que los alimentados con biberón. Parece ser que la succión al pecho cansa y relaja más, aparte que la leche contiene L-triptofano, un aminoácido que ayuda a la conciliación del sueño.

Autor: Rosa Jové

"Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite"

Esta es una frase que se la oí decir a la psicologa española Rosa Jové, ¡y me parece tan acertada!.

Os dejo el artículo, espero que lo disfruteis.

¿Cómo hace el niño para manifestar su independencia? Pues dada su edad es una estrategia muy simple: consiste solamente en negar al otro. Su palabra más utilizada es el «no» y es fácil de entender porque, negando al otro, empieza a expresar lo que él «no es» porque aún no sabe realmente lo que «es» Lee el resto de esta entrada »

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Declaración sobre el llanto de los bebés

Hombres y mujeres, científicas y profesionales que trabajamos en distintos campos de la vida y del conocimiento, madres y padres preocupados por el mundo en el que nuestros hijos e hijas van a crecer, hemos creído necesario hacer la siguiente declaración:

Es cierto que es frecuente que los bebés de nuestra sociedad Occidental lloren, pero no es cierto que sea normal. Los bebés lloran siempre por algo que les produce malestar: sueño, miedo, hambre o, lo más frecuente y que suele ser causa de los anteriores, la falta del contacto físico con su madre u otras personas del entorno afectivo.

El llanto es el único mecanismo que los bebés tienen para hacernos llegar su sensación de malestar, sea cual sea la razón del mismo; en sus expectativas, en su continuum filogenético no está previsto que ese llanto no sea atendido, pues no tienen otro medio de avisar sobre el malestar que sienten ni pueden por sí mismos tomar las medidas para solventarlo.

El cuerpo del bebé recién nacido está diseñado para tener en el regazo materno todo cuanto necesita, para sobrevivir y para sentirse bien: alimento, calor, apego. Por esta razón, no tiene noción de la espera, ya que estando en el lugar que le corresponde, tiene a su alcance todo cuanto necesita. El bebé criado en el cuerpo a cuerpo con la madre desconoce la sensación de necesidad, de hambre, de frío, de soledad, y no llora nunca. Como dice la norteamericana Jean Liedloff, en su obra «El Concepto del Continuum», el lugar del bebé no es la cuna ni la sillita ni el cochecito, sino el regazo humano. Esto es cierto durante el primer año de vida y los dos primeros meses de forma casi exclusiva (de ahí la antigua famosa cuarentena de las recién paridas). Más tarde, los regazos de otros cuerpos del entorno pueden ser sustitutivos durante algún rato. El propio desarrollo del bebé indica el fin del periodo simbiótico: cuando se termina la osificación y el bebé empieza a andar. Entonces, empieza poco a poco a hacerse autónomo y a deshacerse el estado simbiótico.

La verdad es obvia, sencilla y evidente.



El bebé lactante toma la leche idónea para su sistema digestivo y además puede regular su composición con la duración de las tetadas, con lo cual el bebé criado en el regazo de la madre no suele tener problemas digestivos.

Cuando la criatura llora y no se le atiende, llora con más y más desesperación porque está sufriendo. Hay psicólogos que aseguran que cuando se deja sin atender el llanto de un bebé más de tres minutos, algo profundo se quiebra en la integridad de la criatura, así como la confianza en su entorno.



Los padres, que hemos sido educado en la creencia de que es normal que los niños lloren y de que hay que dejarles llorar para que se acostumbren y que, por ello, estamos especialmente insensibilizados para que su llanto no nos afecte, a veces no somos capaces de tolerarlo. Como es natural si estamos un poco cerca de ellos, sentimos su sufrimiento y lo sentimos como un sufrimiento propio. Se nos revuelven las entrañas y no podemos consentir su dolor. No estamos del todo deshumanizados. Por eso, los métodos conductistas proponen ir poco a poco, para cada día aguantar un poquito más ese sufrimiento mutuo. Esto tiene un nombre común, que es la administración de la tortura, pues es una verdadera tortura la que infligimos a los bebés, y a nosotros mismos, por mucho que se disfrace de norma pedagógica o pediátrica.

Varios científicos estadounidenses y canadiense (biólogos, neurólogos, psiquiatras, etc.), en la década de los noventa, realizaron diferentes investigaciones de gran importancia en relación a la etapa primal de la vida humana. Demostraron que el roce piel con piel, cuerpo a cuerpo, del bebé con su madre y demás allegados produce unos moduladores químicos necesarios para la formación de las neuronas y del sistema inmunológico. En definitiva, que la carencia de afecto corporal trastorna el desarrollo normal de las criaturas humanas. Por eso los bebés, cuando se les deja dormir solos en sus cunas, lloran reclamando lo que su naturaleza sabe que les pertenece.

En Occidente se ha creado en los últimos 50 años una cultura y unos hábitos, impulsados por las multinacionales del sector, que elimina este cuerpo a cuerpo de la madre con la criatura y deshumaniza la crianza. Al sustituir la piel por el plástico y la leche humana por la leche artificial, se separa más y más a la criatura de su madre. Incluso se han fabricado intercomunicadores para escuchar al bebé desde habitaciones alejadas de la suya. El desarrollo industrial y tecnológico no se ha puesto al servicio de las pequeñas criaturas humanas, llegando la robotización de las funciones maternas a extremos insospechados.

Simultáneamente a esta cultura de la crianza de los bebés, la maternidad de las mujeres se medicaliza cada vez más; lo que tendría que ser una etapa gozosa de nuestra vida sexual, se convierte en una penosa enfermedad. Entregadas a los protocolos médicos, las mujeres adormecemos la sensibilidad y el contacto con nuestros cuerpos, y nos perdemos una parte de nuestra sexualidad: el placer de la gestación, del parto y de la exterogestación, lactancia incluida. Paralelamente las mujeres hemos accedido a un mundo laboral y profesional masculino, hecho por los hombres y para los hombres, y que por tanto excluye la maternidad; por eso la maternidad en la sociedad industrializada ha quedado encerrada en el ámbito privado y doméstico. Sin embargo, durante milenios la mujer ha realizado sus tareas y sus actividades con sus criaturas colgadas de sus cuerpos, como todavía sucede en las sociedades no occidentalizadas. La imagen de la mujer con su criatura tiene que volver a los escenarios públicos, laborales y profesionales, so pena de destruir el futuro del desarrollo humano.

A corto plazo parece que el modelo de crianza robotizado no es dañino, que no pasa nada, que las criaturas sobreviven; pero científicos como Michel Odent (1999 y http://www.primal-health.org), apoyándose en diversos estudios epidemiológicos, han demostrado una relación directa entre diferentes aspectos de esta robotización y las enfermedades que sobrevienen en la edad adulta. Por otro lado, la violencia creciente en todos los ámbitos tanto públicos como privados, como han demostrado los estudios de la psicóloga suizo-alemana Alice Miller (1980) y del neurofisiólogo estadounidense James W. Prescott (1975), por citar sólo dos nombres, también procede del maltrato y de la falta de placer corporal en la primera etapa de la vida humana. También hay estudios que demuestran la correlación entre la adicción a las drogas y los trastornos mentales, con agresiones y abandonos sufridos en la etapa primal. Por eso, los bebés lloran cuando les falta lo que se les quita; ellos saben lo que necesitan, lo que les correspondería en ese momento de sus vidas.

Deberíamos sentir un profundo respeto y reconocimiento hacia el llanto de los bebés, y pensar humildemente que no lloran porque sí, o mucho menos, porque son malos. Ellas y ellos nos enseñan lo que estamos haciendo mal.

También deberíamos reconocer lo que sentimos en nuestras entrañas cuando un bebé llora; porque pueden confundir la mente, pero es más difícil confundir la percepción visceral. El sitio del bebé es nuestro regazo; en esta cuestión, el bebé y nuestras entrañas están de acuerdo, y ambos tienen sus razones.

No es cierto que el colecho (la práctica de que los bebés duerman con sus padres) sea un factor de riesgo para el fenómeno conocido como muerte súbita. Según The Foundation for the Study of Infant Deaths, la mayoría de los fallecimientos por muerte súbita se producen en la cuna. Estadísticamente, por lo tanto, es más seguro para el bebé dormir en la cama con sus padres que dormir solo (Angel Alvarez http://www.primal.es/).

Por todo lo que hemos expuesto, queremos expresar nuestra gran preocupación ante la difusión del método propuesto por el neurólogo E. Estivill en su libro «Duérmete Niño» (basado a su vez en el método Ferber divulgado en Estados Unidos), para fomentar y ejercitar la tolerancia de los padres al llanto de sus bebés. Se trata de un conductismo especialmente radical y nocivo teniendo en cuenta que el bebé está aún en una etapa de formación. No es un método para tratar los trastornos del sueño, como a veces se presenta, sino para someter la vida humana en su más temprana edad. Las gravísimas consecuencias de este método, han empezado ya a ponerse de manifiesto.

Necesitamos una cultura y una ciencia para una crianza acorde con nuestra naturaleza humana, porque no somos robots, sino seres humanos que sentimos y nos estremecemos cuando nos falta el cuerpo a cuerpo con nuestros mayores. Para contribuir a ello, para que tu hijo o tu hija deje de sufrir YA, y si te sientes mal cuando escuchas llorar a tu bebé, hazte caso; cógele en brazos para sentirle y sentir lo que está pidiendo. Posiblemente sólo sea eso lo que quiere y necesita, el contacto con tu cuerpo. No se lo niegues.

Cuando un recién nacido aprende en una sala de nido que es inútil gritar… está sufriendo su primera experiencia de sumisión. (Michel Odent)

Autor: Plataforma del Sueño Infantil

Para más información, te recomendamos los siguientes libros:

Bésame mucho, Carlos González, Ed. Temas de Hoy

El Concepto del continuum (En busca del bienestar perdido), Jean Liedloff, Ed. Obstare

El bebé es un mamífero, Michel Odent, Ed. Mandala

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