Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad, suena a villancico, pero es así, son casi las 8 de la tarde (o noche?) y en breve estaremos cenando y celebrando la Nochebuana.
Esta noche la pasaremos juntos, en familia, los 4. Mañana pasaremos Navidad con los padres de mi marido, con los abuelos paternos de mis niñas y su «tía Mari», la hermana de mi marido.
Ha sido un día tranquilo, ha estado lloviendo y hace mucho viento, por lo que apenas hemos salido por la mañana a dar un pequeño paseo y por la tarde a comprarnos algo rico para cenar, esos «caprichitos» de cada uno, esos que uno se da en un «día especial».
Hace un rato, «hablando» (y lo pongo entre comillas porque fue escribiendo, por internet…) con una buena amiga y maravillosa persona, que no celebra estas fiestas, le conté «qué», más o menos, significaba para mí la celebración de Nochebuena…
En mi familia hay personas creyentes, personas católicas y personas ateas, en mi casa siempre hubo un árbol de Navidad, como a muchos niños a mí me encantaba decorarlo, ponerlo bonito y verlo allí, «alegrando» nuestra sala.
Siempre he sido muy tímida, las reuniones familiares me intimidaban bastante, pero, la de esa noche, tenía una recompensa mágica…: un señor gordo, con barba larga y vestido de rojo, llegaba hasta donde estuviera y me dejaba mi regalo. ¡Qué esfuerzos hacía por mantenerme despierta hasta las 12 de la noche!, ¡un día casi lo pillo y todo!, estaba convencida de que lo había visto marcharse, dejando una estela de luz en el cielo…
En mi tierra Nochebuena es en verano, las fiestas son al aire libre, en el jardín de alguna casa.
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